Un año después aun queda mucho por hacer
Entiendo que en un día como hoy resulta superfluo lanzar un mensaje de solidaridad desde un medio como este que no deja de ser un pequeño reducto de libre expresión para su autor.
A pesar de todo me siento en la necesidad de dejar constancia de que la herida que nos hicieron a todos hace un año sigue abierta. Se respira en el aire. Como bien decía creo que Iñaki Gabilondo esta mañana: "todos morimos un poco aquella mañana".
Dentro de unos días la gente seguirá con su vida. No habrá muchas más palabras de aliento para los afectados directamente por aquella pesadilla. Nadie tocará a su puerta para ver como está un año después. Ni vendrá una cámara para que cuente como le ha ido o como le va la vida. Tendrán que seguir, algunos en compañía de sus resignados familiares, otros solos.
Es espantoso y repugnante comprobar que después de todo este tiempo queda gente tan desatendida como para que incluso los encargados de velar por las ayudas a las victimas, los que nos representan a todos nosotros, los hayan olvidado. Que quede gente como ese librero al que entrevistaban esta mañana en la SER, antiguo amante de la música clásica y la lectura, incapaz de leer hoy una sola página por que la explosión amputó de su cerebro toda capacidad de concentración, insensible a la música porque sus oidos sufrieron daños irreparables. Ese librero al que la administración no le ha pagado ni las gafas que se ve obligado a usar ahora por los daños que sufrió en la vista durante el atentado.
La administración es un animal lento y perezoso, más si cabe en este país. España entera tiene una deuda. Si quien debe ayudarles no les ayuda tendrá que ser la gente de a pie la que se tire a las calles para pedir que los que lo necesiten sean apoyados todo el tiempo que se precise.
El recuerdo de la tragedia no basta. Hay un pasado espantoso pero también un presente que no es mucho mejor, no es suficiente acordarse de ellos solo una vez al año, la gente no puede olvidarlos.
A pesar de todo me siento en la necesidad de dejar constancia de que la herida que nos hicieron a todos hace un año sigue abierta. Se respira en el aire. Como bien decía creo que Iñaki Gabilondo esta mañana: "todos morimos un poco aquella mañana".
Dentro de unos días la gente seguirá con su vida. No habrá muchas más palabras de aliento para los afectados directamente por aquella pesadilla. Nadie tocará a su puerta para ver como está un año después. Ni vendrá una cámara para que cuente como le ha ido o como le va la vida. Tendrán que seguir, algunos en compañía de sus resignados familiares, otros solos.
Es espantoso y repugnante comprobar que después de todo este tiempo queda gente tan desatendida como para que incluso los encargados de velar por las ayudas a las victimas, los que nos representan a todos nosotros, los hayan olvidado. Que quede gente como ese librero al que entrevistaban esta mañana en la SER, antiguo amante de la música clásica y la lectura, incapaz de leer hoy una sola página por que la explosión amputó de su cerebro toda capacidad de concentración, insensible a la música porque sus oidos sufrieron daños irreparables. Ese librero al que la administración no le ha pagado ni las gafas que se ve obligado a usar ahora por los daños que sufrió en la vista durante el atentado.
La administración es un animal lento y perezoso, más si cabe en este país. España entera tiene una deuda. Si quien debe ayudarles no les ayuda tendrá que ser la gente de a pie la que se tire a las calles para pedir que los que lo necesiten sean apoyados todo el tiempo que se precise.
El recuerdo de la tragedia no basta. Hay un pasado espantoso pero también un presente que no es mucho mejor, no es suficiente acordarse de ellos solo una vez al año, la gente no puede olvidarlos.