El Cajón De Bronch

06 octubre, 2004

De "bastardos", "divorciadas" y "gays"

Hace años, no tantos, ser madre soltera era un suicidio social, era ser una cualquiera, una "mujer de mala vida" (la gente "honrada" siempre usó eufemismos para dar puñaladas, para eso eran gente bien).
Los hijos de estas mujeres, recibían como primera herencia la repudia social de ser "bastardos", seres traidos al mundo por un error (¿de quien?). Con aquello nacían y con aquello tenían que vivir. La discriminación no se detenía en lo social, la ley misma los marginaba y menospreciaba como hijos de su padre. Eran "menos hijo" que los concebidos dentro del matrimonio y por tanto tenían menos derechos.

Con la Constitución todo comenzó a moverse más deprisa y, muy a pesar de "la gente bien", estos niños, o adultos ya, adquirieron plenos derechos allá por mayo del 81.
Aquello fue un buen varapalo para algunos, quien más y quien menos escondía algún cadaver en el armario que podía salir gritando "papá".

Unos pocos meses despues se aprobó la ley del divorcio y claro...

"¡Que escandalo! ¡que vergüenza! ¡ahora todo el mundo querrá separarse! ¡estos jovenes no saben lo que quieren! ¡adonde vamos a llegar! ¡si Franco levantará la cabeza!"

(Si Franco levantara la cabeza se la volveriamos a bajar de un palazo pero ese no es el tema que nos ocupa, sigamos)

Aquello, por supuesto, también supuso una revolución en esta Españita nuestra tan llena de cornamentas, de vergüenzas familiares, de bodas de penalti y de animales con la mano muy larga.(aunque entonces "no había d'eso", claro, todos más castos que el Papa)

Las mujeres divorciadas estaban muy mal vistas. El matrimonio era una institución sacrosanta, más por lo formal que por lo religioso, más por el "que dirán" que por el "que dirá Dios". No nos engañemos, las mujeres que no se divorciaban aunque lo deseasen no lo hacían por la penitencia que le pudiese imponer el parroco.

Gracias a Dios (o tal vez no), las cosas han ido cambiando paulatinamente en esta sociedad. Ya somos un poquito más tolerantes, un poquito más abiertos de ideas y más "modennos". No obstante, continuamos cayendo en los mismos errores en los que cayeron nuestros padres. Se representa la misma obra ante nosotros, han cambiado un par de actores y han repintado el decorado pero los dialogos son los mismos. Y no nos damos cuenta.

En este mundillo nuestro, el de cada día, el de los compañeros de clase, el del tio del quiosco que os lleva los cupones del Marca, el de la señora de la tienda que os conoce desde que erais "así de pequeños", el de vuestra novia, el de vuestros padres, el de vosotros mismos, en el mundillo de toda esta gente están pesando más los miedos y los prejuicios a lo desconocido que la verdad y el sentido común.

Estos días estoy escuchando muchas barbaridades sobre los homosexuales, sobre sus reivindicaciones y sobre sus derechos. Entre ellos, el más conflictivo, el derecho a adoptar.

Me encanta la política española, de verás, me encanta, ¿sabeis lo que permite?. Yo os lo diré. Permite que hayan niños sin un hogar, sin nadie que los vista deprisa aun con cara de sueño y les de el desayuno por la mañana, sin nadie que les eche una regañina porque se han portado mal y por que "las cosas del suelo no se cogen, eso caca". Permite, que haya chiquillos que, cuando llega el verano, en lugar de irse de vacaciones con SU FAMILIA se tengan que conformar, como mucho, con una familia de acogida (sin querer quitar ningún merito a estas familias, que lo tienen y mucho).

Mientras nuestra legislación permite todo esto hay cientos de personitas que se quedan en edificios públicos (en España o en otros paises) viviendo su infancia en una institución, con todo lo que eso conlleva.

Hay miles de parejas homosexuales perfectamente preparadas para adoptar niños, cuidarlos, educarlos y darles una vida digna queriendolos como a sus propios hijos. Me atrevería a decir que algunos incluso mejor que muchas familias heterosexuales supuestamente más capaces (me remito al post anterior).

Eso es lo que nuestra gloriosa legislación permite hoy, parejas que se quieren, que son perfectamente estables y capaces de dar una buena vida a un crio cruzadas de brazos esperando que de una maldita vez a los gilipolllas (y gilipollos) de los políticos les dé por sacarse todos los prejuicios, todos los miedos y todas las cobardías electorales de encima, peguen un golpe encima de la mesa y digan que aquí o somos todos iguales o tiramos la puta Constitución al rio.

Cuando me hablan, en terminos supuestamente "psicológicos", sobre la salud mental de los menores que crecen en estos ambientes yo les recuerdó a los hijos de madres solteras, a los hijos de madres y padres divorciadas, a los hijos que viven con los abuelos, con el tio, con la tía, y las excelentes personas en las que se convierten muchos de ellos.

Sé lo que están pensando algunos, sé el miedo que corroe a la mayoría de los que se oponen a estas adopciones. Pues bien, primero, la homosexualidad no es una enfermedad, no se contagia, segundo, algunas de las mejores personas que conozco son homosexuales y muy inteligentes, ergo no es una tara para triunfar en la vida, tercero ¿alguno de vosotros ve raro que una pareja se bese? ¿y una pareja gay? Lo veis, ¿veis lo que os pasa?. Pues ese problema no lo tendrán ellos y serán mucho más libres porque tendrán mentes más amplias que vosotros y en el futuro elegirán sin tensiones su opción sexual, en una sociedad, esperemos, más libre de prejuicios.

Problemas habrá, claro, muchos, pero los causarán otros, no serán los padres homosexuales, ni sus hijos. Lo vereis, sino, tiempo al tiempo.