Tu palabra contra la de un ordenador
Hoy comiendo hemos estado hablando de exámenes (sí, la juerga padre) y ha vuelto a salir un tema que se me olvidó comentar la primera vez que mi novia me lo contó.
Hace un tiempo ella hizo un examen, que aprobó. Al cabo de un par de semanas, mirando su expediente en los ordenadores de la facultad, descubrió que donde debería poner aprobado ponía suspenso. Imaginaos, claro, cabreo del trece y ataque relámpago a la secretaría de la facultad. Después de exponerle el caso a la funcionaria de la secretaría (culmen de la eficacia administrativa) esta le contestó algo que por lo menos a mi me hubiera causado una sonrisa irónica pero que a Ana no le hizo ni puta gracia:
"Mira, es tu palabra contra el ordenador y tienes todas las de perder"
La cosa, menos mal, se arregló cuando mi novia subió a los despachos y obligó a la profesora (hola-tengo-morcillas-en-vez-de-dedos) a que buscara su examen y hablase con la secretaría (de nuevo, culmen de la eficacia administrativa) para enderezar todo el desastre.
Final feliz, sí, por esta vez, pero deja un regustillo siniestro y desagradable el hecho de que un sistema informático tan inestable como el de mi universidad sea tenido como más confiable que la palabra de un alumna, de una persona.
Hace un tiempo ella hizo un examen, que aprobó. Al cabo de un par de semanas, mirando su expediente en los ordenadores de la facultad, descubrió que donde debería poner aprobado ponía suspenso. Imaginaos, claro, cabreo del trece y ataque relámpago a la secretaría de la facultad. Después de exponerle el caso a la funcionaria de la secretaría (culmen de la eficacia administrativa) esta le contestó algo que por lo menos a mi me hubiera causado una sonrisa irónica pero que a Ana no le hizo ni puta gracia:
"Mira, es tu palabra contra el ordenador y tienes todas las de perder"
La cosa, menos mal, se arregló cuando mi novia subió a los despachos y obligó a la profesora (hola-tengo-morcillas-en-vez-de-dedos) a que buscara su examen y hablase con la secretaría (de nuevo, culmen de la eficacia administrativa) para enderezar todo el desastre.
Final feliz, sí, por esta vez, pero deja un regustillo siniestro y desagradable el hecho de que un sistema informático tan inestable como el de mi universidad sea tenido como más confiable que la palabra de un alumna, de una persona.