Confundir el tocino con la religión
Hace unos días el cardenal Lopez Trujillo, presidente de noseque consejo para la familia del Vaticano, instó a los encargados municipales de celebrar bodas civiles a que se negaran a realizar estas acogiendose a la objeción de conciencia.
En mi opinión en todo este debate se están vertiendo ciertas mentiras interesadas por parte de la Iglesia y del PP. A saber, el vaticano considera que las uniones civiles entre homosexuales no pueden ser consideradas matrimonio, por extensión los socios del opus dei, los del partido popular, rosario en mano, apoyan esta postura (curioso, no estuvieron tan católicos cuando Juan Pablo II condenó la guerra de Irak).
Seguramente entre las filas populares y eclesiásticas miran para otro lado y silban el ave maría cuando alguien se acerca y les explica que este matrimonio es civil, que poco o nada tiene que ver con la iglesia o con cualquier religión, que es neutro en ese sentido.
Alguien debería ponerse muy serio y explicar claramente que una boda civil consiste en que un funcionario público competente cumpliendo con un mandato legal dentro de nuestro estado aconfesional celebra un acto jurídico por el que dos personas asumen derechos y obligaciones uno respecto del otro delante de testigos. Luego ya si quieren tirarán arroz o no, se iran de banquete o no, y atarán botes al parachoques y escribirán just married por que lo han visto en una película. Todo esto porque les da la gana, no porque lo envuelva un rito místico o religioso.
Puede resultar chocante para algunos esta naturaleza tan fría en apariencia que reviste a este matrimonio pero hay que entender que se buscó precisamente para evitar que estuviese sujeta a ninguna confesión y a la vez resultar útil para garantizar los derechos de los contrayentes. Por que, al fin y al cabo, es un contrato.
Visto esto me resulta absurdo que vengan los cuatro tontos de siempre a seguir la corriente borreguil eclesiástica dandose golpes en el pecho y diciendo que ellos objetan, que no van a casar a gays y encima después proclamar a los cuatro vientos que ellos están a favor de la igualdad de derechos (iguales sí, pero unos más iguales que otros ¿no?)
A mis ojos es como si llegará al registro de la propiedad y el registrador se negara a inscribirme una hipoteca porque resulta que la hipoteca es sobre un solar donde antes había una iglesia o porque su religión (la que sea) considera que la hipoteca de solares debe llamarse puturrú de fua y no hipoteca como el legislador ha establecido. Cuando me venga esta objeción de conciencia del todo a cien le diré la opinión que me merecen sus creencias, donde puede meterselas, y que vaya recogiendo el contenido de su mesa mientras preparo el correspondiente recurso. Logicamente me parecerá perfecto que al religioso funcionario se le de una religiosa patada en el trasero que lo envie religiosamente a los brazos de su religiosa madre.
Insisto: estamos hablando de un contrato, como el matrimonio civil de toda la vida, un contrato especial, sí, personalísimo, sí, pero un contrato al fin y al cabo donde los funcionarios no son más que meros formalizadores de una relación jurídica láica, aprobada por el legislador mediante ley, ley imperativa para los funcionarios competentes y donde, cuando limpiamos de demagogia, borregismo y prejuicios los argumentos, se ve a todas luces que no cabe objeción de conciencia.
Enlaces:
Cuestión de hombría (hay que joderse con los machitos ibéricos)
En mi opinión en todo este debate se están vertiendo ciertas mentiras interesadas por parte de la Iglesia y del PP. A saber, el vaticano considera que las uniones civiles entre homosexuales no pueden ser consideradas matrimonio, por extensión los socios del opus dei, los del partido popular, rosario en mano, apoyan esta postura (curioso, no estuvieron tan católicos cuando Juan Pablo II condenó la guerra de Irak).
Seguramente entre las filas populares y eclesiásticas miran para otro lado y silban el ave maría cuando alguien se acerca y les explica que este matrimonio es civil, que poco o nada tiene que ver con la iglesia o con cualquier religión, que es neutro en ese sentido.
Alguien debería ponerse muy serio y explicar claramente que una boda civil consiste en que un funcionario público competente cumpliendo con un mandato legal dentro de nuestro estado aconfesional celebra un acto jurídico por el que dos personas asumen derechos y obligaciones uno respecto del otro delante de testigos. Luego ya si quieren tirarán arroz o no, se iran de banquete o no, y atarán botes al parachoques y escribirán just married por que lo han visto en una película. Todo esto porque les da la gana, no porque lo envuelva un rito místico o religioso.
Puede resultar chocante para algunos esta naturaleza tan fría en apariencia que reviste a este matrimonio pero hay que entender que se buscó precisamente para evitar que estuviese sujeta a ninguna confesión y a la vez resultar útil para garantizar los derechos de los contrayentes. Por que, al fin y al cabo, es un contrato.
Visto esto me resulta absurdo que vengan los cuatro tontos de siempre a seguir la corriente borreguil eclesiástica dandose golpes en el pecho y diciendo que ellos objetan, que no van a casar a gays y encima después proclamar a los cuatro vientos que ellos están a favor de la igualdad de derechos (iguales sí, pero unos más iguales que otros ¿no?)
A mis ojos es como si llegará al registro de la propiedad y el registrador se negara a inscribirme una hipoteca porque resulta que la hipoteca es sobre un solar donde antes había una iglesia o porque su religión (la que sea) considera que la hipoteca de solares debe llamarse puturrú de fua y no hipoteca como el legislador ha establecido. Cuando me venga esta objeción de conciencia del todo a cien le diré la opinión que me merecen sus creencias, donde puede meterselas, y que vaya recogiendo el contenido de su mesa mientras preparo el correspondiente recurso. Logicamente me parecerá perfecto que al religioso funcionario se le de una religiosa patada en el trasero que lo envie religiosamente a los brazos de su religiosa madre.
Insisto: estamos hablando de un contrato, como el matrimonio civil de toda la vida, un contrato especial, sí, personalísimo, sí, pero un contrato al fin y al cabo donde los funcionarios no son más que meros formalizadores de una relación jurídica láica, aprobada por el legislador mediante ley, ley imperativa para los funcionarios competentes y donde, cuando limpiamos de demagogia, borregismo y prejuicios los argumentos, se ve a todas luces que no cabe objeción de conciencia.
Enlaces:
Cuestión de hombría (hay que joderse con los machitos ibéricos)